
Sentado en la acera veo el tiempo pasar, mi rostro demostraba finas marcas de dolor y mis brazos dejaban a la vista los vestigios de golpes y torturas que sufrí con el paso de los años; ansiaba escapar y me doy cuenta que sigo encerrado en una frágil jaula de cristal y oro, conformada por grandes barrotes forjados con miedo y golpizas; no confió en nadie, mi miedo se incrementa, y mi mente se enturbia. Me levanto y dejo que el viento juegue con la bufanda que llevo atada al cuello, las calles se vuelven gélidas, y mis pasos inestables, el saco negro ya cubría las señales de violencia en mi ser, mientras mis jeans llenos de maculas carmesí eran rígidos y ásperos que me incomodaban al contacto con mi piel magullada; -Miedo, -lo que comienzo a sentir, mientras cada zancada que doy se hace temblorosa y lastimera para mi propio ser, apretó los dientes y producen un rechinido incomodo que eriza hasta la mas mínima parte de mi cuerpo; de pronto recuerdos cruzan por mi mente indefensa, las voces comienzan a seducirme, a hacer actos que no quiero cometer, acciones que no cometí estando encerrado, pero que mas puedo hacer, soy un simple adolescente de escasa edad, sin experiencia y nada mas que mi soledad.
Papel y lápiz en mano, comienzo a escribir, lo que aparentemente parece una despedida típica de un adulto mayor, agradecimientos a las personas que realmente se preocuparon por mi, y mas que sentimientos de aversión y odio puro a las que solo me lastimaron y profanaron el titulo de “familia”, finalizo con una fatal pensamiento y firmo con mi nombre; con la misma guarde la carta en mi abrigo y seguí vagando por las infernales calles de la realidad. Tristeza, felicidad, nostalgia, euforia, odio, amor… palabras típicas que el hombre conoce por naturaleza, pero que al parecer únicamente yo jamás entendí, en lugar de ellas estuvieron el dolor y el miedo, por eso mi necesidad de escapar y me encontré con la cruda realidad del pasado; no ansió nada del presente y mucho menos del futuro, mi vida ha marcado un patrón y difícilmente salga de el, no me queda nada, solo unas escasa monedas y billetes que probablemente duren para la tarde de hoy, mi ultima comida.
He caminando por quien sabe cuantas horas, y los botines me están matando los pies, veo a la lejanía una banca olvidada en lo profundo de un parque familiar, camino rápidamente a ella y lo único que quiero es descansar y quitarme los zapatos aunque sea un momento, aspiro el aire gélido del lugar, las sombras comienzan a proyectarse, dejando un poco lúgubre el lugar; inhalo rápidamente el aire del lugar y me acomodo la bufanda una vez mas, dejo descansar por completo mi cuerpo, observando únicamente lo que tal vez pueda llegar a ser mi lecho de muerte. Cierro los ojos y suelto un leve sollozo, tallo mis ojos y trato de mantener la compostura, y dejo que mis ojos castaños se pierdan en la profundidad del cielo naranja; de pronto una gran sombra aparece y perturba mi visión, algo calido y lleno de energía acaricia mi hombro izquierdo, una revitalizadora voz me llama pero no puedo regresar a mi propia realidad, hasta que una leve zarandeada me hizo retornar
-hola, ¿qué andas haciendo por aquí en este solitario lugar?
Me sentía perdido, pero aun así mantuve la mascarada y conteste con un rostro lleno de mentiras
-solamente salí a dar un paseo por la ciudad, es que hoy ha sido una hermosa tarde, -¡mentiras! Me gritaba mi subconsciente mientras recibía un gesto felicidad del interlocutor, sonreí delicadamente mientras mi mundo se desmoronaba, -¿y usted que hace por aquí maestro Alan?
-pues he salido a hacer el ejercicio habitual de la tarde, aunque con este frió ni salir a correr dan ganas, -esbozo una sonrisa e inclinó la cabeza dejando a relucir aquel perfecto gesto, -¿no quieres ir a tomar algo? Por aquí cerca hay una cafetería que tal vez tenga el famoso capuchino que me han dicho mis alumnos de piano de la otra clase, por que no vienes y charlamos un rato, pues tiene mas de un mes que no te veo por el instituto, ¿y que ha sido de ti, Alexander?
-pues digamos que he dejado la música y me he dedicado a la pintura, -¡Falso! Solo mentiras podía decir para mantener la mascarada, dolía el simple hecho de mantener lo que realmente no estaba bien, de aceptar el sufrimiento y el dolor como algo habitual a la vida cotidiana.
-¡Oh! Ya veo, supongo que los gustos van cambiando con el tiempo… que mas puedo decir, pues te deseo éxito, -mientras soltaba una sonrisa radiante
Caminamos hasta llegar a aquel lugar, “La casa del café”, había bastante gente de lo habitual, conocía el lugar, solamente de pasada, ya que a veces me escapaba del colegio para conocer los lugares que mis compañeros frecuentaban, tomamos asiento y me sentía tranquilo, mi alma había pisado tierra neutral. El olor a café y de pastelillos era delicioso, pero nuevamente mi mente comenzó a jugar tretas, -Esta es tu última cena, -Mi mirar se perdió, mientras profundizaba en mis pensamientos, -cuantas veces yo he mismo he dicho que lo dejaría todo y me iría, y pensé que había un maldito sitio con un cielo y una casa solo para mi, -mis mente se detuvo cuando el mesero se acerco a preguntar que ordenaríamos.
-Buenas tardes, bienvenidos a la casa del café, esta tarde yo seré su mesero, ¿Qué desean ordenar?, -dijo con una sonrisa falsa pero muy bien elaborada tal cual era la mía en ese instante, mientras entregaba los menús
- me gustaría un capuchino caliente y un pastel de zanahoria, y a ti Alexander ¿que te gustaría ordenar?, -sonrió y dibujo una expresión de duda
Abrí el menú y comencé a ver lo que ofrecía aquel lugar; cafés, tes, baguettes, croissants, repostería fina, helados, galletes entre otras cosas, las letras comenzaron a bailar frente a mi, a burlarse, a pintar la verdad que con gran temor ocultaba detrás de mi saco y bufanda. Cerré el menú y calmadamente dije
-Me podría dar un frapuchino moka, y una rebanada de cheese cake por favor
El mesero tomo la orden y se retiro quitando los menús de la mesa, me desparrame en la silleta y holgué un poco la bufanda sin dejar ver los recientes hematomas y raspones del anillo de mi padre; el profesor Alan comenzó a hablar fácilmente como era lo habitual, mientras nuevamente me sumergía en mi magnifico infierno de dolor. El flash back de mi pasado nublo mi visión, mi corta e insignificante vida me muestra escenas explicitas de palizas y sangre correr por mi blanca piel, el sadismo y la furia de un padre desnaturalizado contra un simple niño de cinco años, que aparte de ser inocente es su propia sangre, eso es lo que me ha conllevado a huir de mi propio hogar, de un supuesto lugar seguro; mi piel comienza a erizarse y mis manos se aferran a la silla mientras otro recuerdo despiadado ocupa el lugar del primero; en un charco de sangre me encuentro tendido, me veo bañado en aquel liquido rojizo, es perturbadora la escena y mis reflejos hacen que me mueva como animal desfalleciente, dolor puro es lo que siento al mover por impulsos mis brazos y piernas, no se que me había roto, un brazo o tal vez las piernas, pero no podía gritar por ayuda; veo a mi padre respirando profundamente a un lado de mi cuerpo indefenso, me toma del brazo izquierdo y comienza a tirar de el, arrastrándome del pasillo a su habitación dejando el camino de sangre que mi cuerpo ha recorrido muchas veces; una vez ya en su habitación observo como del closet toma su maletín y de el saca lo habitual de un doctor, comienza a revisar mi cuerpo mientras con gasas y agua oxigenada limpiaba las heridas que el mismo había producido; revisaba los brazos y las piernas mientras musitaba, -Eres tan afortunado de que tengas a un buen medico en casa…
Por mi cuerpo corría rápidamente la sangre, haciendo que me enerve rápidamente, pero luego todo se calmo, al sentir un toque en el hombro.
-¿Te encuentras bien Alexander?, -dijo el maestro al darse cuenta que no le prestaba atención
-Si, estoy bien, solamente me perdí en mis pensamientos, es normal en mi esas acciones, -conteste mientras sonreía al saber que era lo único que había dicho con verdad en todo el trayecto al café
-Extraña actitud, -sonrió dejando salir una leve carcajada, acto seguido el mesero llego lo que habíamos ordenado, nos sirvió a cada quien lo que habíamos pedido.
La platica continuo por mucho tiempo, quizás una hora o dos, no lo se, pedimos la cuenta y mientras esperábamos, tranquilamente me dijo el maestro.
-Deberíamos hacer esto seguido, ya que no te veo desde hace tiempo, mínimo para poder ponernos de acuerdo al tanto de nuestras vidas y progresos, fue un placer volver a verte y poder conversar contigo
-Estoy de acuerdo con usted maestro, sin embargo por el momento dispongo de muy poco tiempo, las escuela, las clases de arte, muy rara la vez tengo tiempo libre, pero si me gustaría volver a tomar café y conversar, -en mis adentros me gritaba “Hipócrita”. La cuenta llego y el mesero se retiro, me ti la mano al bolsillo de mi abrigo y sacar el dinero que traía en el, cuando el maestro pronunció.
-Esta vez yo invito, así que no te preocupes, -de su billetera saco un billete y lo dejo junto a la nota de remisión, -ha sido un placer verte y conversar un rato, ¿quieres que te lleve a tu casa?, -pregunto ignorando lo que vivía en aquel lugar
-no se preocupes maestro tengo que ir a ver a un compañero que vive cerca para pedirle sus apuntes de la escuela
-nada de maestro, dime como todos, Alan.
-OK… Alan muchas gracias por la platica y el café de hoy, es tiempo que vaya a ver los apuntes ya que me he retrasado un poco, Gracias por todo, que pase una grandiosa noche, -me despedí y comencé a alejarme del lugar mientras agitaba la mano en símbolo de un hasta luego y no de un adiós.
-Cuídate mucho, -dijo mientras comenzaba a caminar en dirección al parque.
El frío comenzaba ya a hacerse mas intenso, sin embargo seguía caminando sin rumbo, las horas continuaban pasando mientras mi realidad se distorsionaba y llegaba a la abstracción total de mi vida sin esperanza alguna.
-Maldita estupidez, -Musite, recordando lo que he vivido, suspire y comencé a frotar mis manos para agarrar un poco de calor; a la distancia podía ver un pequeño y apartado parque perdido en quien sabe donde de esta ciudad olvidada por su misma gente, ya no sabia en que rumbo andaba, pues ya todo era igual para mi. Apreté el paso para llegar al parque lleno de sombras y sentarme en aquella solitaria y fría banca, el lugar parecía cual cementerio de esta gran ciudad, pues ninguna persona había en aquel lugar, podía hablar fuerte y nada ocurriría, inclusive podía morir ahí y nadie se daría cuenta; recuerdos vienen a mi mente, recuerdos de hace una hora, de ayer, que un mes, y de un año; llevo planeando este escape desde la décima paliza y veo que esto no me trae satisfacción, solo dolor al igual que mi hogar; me ofusco entre las sombras de mi mente y caigo en el recuerdo de ayer. Me veo escribiendo una carta en el escritorio de mi habitación, veo cicatrices marcadas en mi cuerpo como anotaciones en una hoja de papel, los hematomas recientes de la última golpiza y sobre todo veo el dolor que mi rostro emana, de pronto mis pensamientos comienzan a estremecer mi mente, escuchando los pensamientos de mi mismo al escribir aquella carta, comenzaba a retorcerme y a gritar para que se detuviera pero al parecer ya no podía controlar mi propia mente, pues ya todo me hería.
[…Debo olvidar mis sueños por que nada es como parece, debería quererte pero no lo es, todo es como un loco esquema ficticio, trataste de envolverme, pero una luz me motivo a escapar de ti; tú nunca me dejaste, nunca renunciaste a mí… que es lo que este sentimiento que tengo significa… lo que tú no sientes, es lo que yo siento, que debo hacer, ¿gritar? Ahora es tarde y no podemos volver atrás. He tratado de no pensar, en el dolor que llevo adentro, sabes… ¿solías ser mi héroe antes de que mamá muriera? Y ahora realmente parece como si yo no te importara, solo siento como si fuera esa rémora que detiene tu vida, nada cambiara lo que haz hecho, nada cambiara si quieres remediarlo, pues tú nunca vas a querer remediar lo que haz hecho y realmente siento que tu cariño, amor y afecto son el deseo de cosas imposibles…]
Al término de todas esas palabras conjuntas comencé a levantarme poco a poco del suelo, me toco el rostro y me tallo los ojos para ver claramente el panorama, lo único que alcanzo a habitación abarrotada en puertas y ventanas con el suelo cubierto completamente de cristales fragmentados, mis brazos sangran, mi rostros esta bañado en sangre y con cortes, me examino las manos y noto dos profundos y largos cortes en las muñecas; trato de ponerme en pie, pero noto que mis ropajes han cambiado a una bata blanca, mis pies descalzos comienzan a cortarse, grito del dolor y del ardor que siento, camino lentamente pero con desesperación al baño por unas toallas para proteger y limpiarme las heridas, la sangre de mis muñecas comienza a salir tal agua de fuente, mi respiración aumenta gradualmente, al fin he llegado a la puerta, pero la perilla no se mueve y la puerta parece estar sellada, la mancho completamente de sangre y la neurosis me ha comenzado a atacar, ya comienzo a caminar mas rápido, ya no me importan los cristales que poco a poco se incrustan mas, llego a la mesa de noche y tomo el teléfono comienzo a marcar el numero de emergencias, pero una voz al otro lado comienza a decirme.
-¿Que tratas que hacer?, -con tono despectivo y malicioso, -si tratas de llamar a alguien no lo conseguirás… yo estoy en todos lados, yo controlo ahora todo el lugar, no tienes a donde ir, estas encerrado como un ave, la diferencia entre el ave y tu es que ella no sufre de lo que tu estas sufriendo ahora, y digamos que no te queda mucho tiempo de vida, me he encargado de que tu tumba sea tu mismo hogar, -dijo con una risa enfermiza y malévola.
-Déjame en paz… No quiero saber nada de ti… -con voz fuerte y temblorosa.
Azote el teléfono y me subí a la cama esperando una luz de esperanza, con las sabanas comencé a limpiarme las heridas, sin embargo mi apariencia se hacia pálida, mi visión se debilitaba, ya nada mas quedaba esperar mi muerte en aquel lugar. De pronto despierto con la respiración acelerada, sudor cayendo en mi frente, y dolor en donde supuestamente tenia las cortadas en las muñecas, me examino y me doy cuenta que no tengo nada.
-Fue todo un sueño lucido… maldita mente que solo esta jugando tretas… -dije mientras soltaba un leve sollozo.
Miro a mi alrededor y me doy cuenta que sigo en el mismo lugar, las calles frías me hacen recordar que la luz de la luna aun ilumina las horas de mi soledad, sin embargo mi mirada se entristece y dejo caer unas cuantas lagrimas de amargura y desilusión, mi postura se quiebra y comienzo a llorar dejando correr interminable ríos por mis mejillas; comienzo a ahogarme por mi mismo llanto, me pongo de pie y comienzo a correr para llegar a algún lugar y encontrar el camino a casa, me detengo de lleno y varias voces comienzan a hablar dentro de mi.
-¿Quieres regresar al mismísimo infierno?...
-¿Cuánto tiempo pretendes aguantar con esto?
-¿Por qué volver a donde el mismo perro vive mejor que tú?
-¿Por qué seguir viviendo esta pesadilla?
-¿Por qué huir de casa?
-¿Por qué no regresar?
-¿Acaso no es tentador aquel sueño lucido?
- Ya basta… -Grite agarrando mi cabeza mientras tiraba de mis cabellos que estaban entre mis dedos, -Salgan de mi cabeza, ya no quiero escucharlos, ya no quiero seguir, ya no quiero vivir, ya no quiero que me golpeen, ¡ya no!, -enuncie cayendo de bruces a la acera mientras nuevamente lloraba a chubascos.
Me pongo de pie mientras el clima se torna mas frió, me abrazo mientras trato de avivar el escaso calor que aun queda en mi interior, me doy cuenta que tengo miedo intenso a la oscuridad y de que el monstruo salga de ella para herirme; me percato que el alma de mi humanidad ha estado extinguiéndose uniéndose al rió de espíritus, donde los mártires, héroes y otros personajes han llegado para ser olvidados en tan poco tiempo. Alcé la mirada y contemple el cielo, me di cuenta que no había ninguna estrella en el manto estelar, sin embargo las ilusiones tratan de seducirme, la ilusión de la redención de mi padre, la ilusión que nunca existirá y jamás tendré, sin embargo el furor comienza a despertar que se había guardado en lo mas profundo de mi poca esencia.
-Quiero quemar todo esta ponzoña que me ha marcado, que arda y el viento se lleve mi dolor convertido en cenizas, destruirla, comenzar desde cero pues ya no aguanto mas lo que es la realidad… -dije en voz alta mientras me dirigía nuevamente en el parque y mi mirada se perdía en el abismo de mi palmas.
De pronto una melodía comenzó a sonar dentro de mí, la conocía por la escuela de música pero únicamente los alumnos de niveles avanzados la podían tocar, -Beethoven, una voz me dijo; enseguida mi mente comenzó a recorrer todos los recuerdos dejándome estático en el parque como si fuera una estatua de piedra caliza.
- Novena Sinfonía de Beethoven en RE Menor, Op. 125, 4to movimiento, himno a la alegría, -dije completamente seguro mientras perdía el control de mi cuerpo.
El frenesí comenzaba a invadir todo, mis actos ya no eran voluntarios, las y los sopranos tenían ocupada mi mente mientras comenzaba a ver cosas que no existían, luces como bailarinas de contemporáneo danzando al compás de la sinfonía; lograba ver la realidad distorsionada todo como un lucido y lúdico escenario, los colores del claro oscuro, por primera vez sentía latir vehemente mi corazón al borde de que pudiera estallar, sin importar continué, comencé a danzar también a la par de las luces con las técnicas del fondue, experimentaba cambios y movimientos desgastadores, expresaba sentimientos y aberraciones, parecía una hermosa posesión demoníaca. Me lance al suelo y mis movimientos se hacían mas tranquilos, ondeaba los brazos mientras movía la arena y esta se quedaba en mis manos, termine dejándome llevar por lo que mi cuerpo deseaba; camino sin rumbo hacia la lejanía de un callejón, mi ropa esta cubierta de arena y raspa, mis pasos se tambalean dejándome como muñeca de trapo, camino en contra de mi voluntad y llego hasta aquel muerto callejón, las luces apenas llegan, solo la luz de Selene me deja vislumbrar un poco el lugar que tiene grandes murallas de piedra sólida. Un coro de puras voces infantiles comienza a retumbar en mi cráneo, la sutiliza de sus cánticos me tranquilizan, y lentamente comienzo a recuperar la motricidad de mi cuerpo; mis pies me duelen mucho, mis manos están raspadas y tengo arena entre las uñas de mis ojos comienzan a caer lagrimas, lagrimas tal vez de felicidad, o de desesperación, aun no lo logro entender, sin embargo miro al cielo y veo las estrellas que contemplan todas mis acciones y sonríen aparentemente para mi, me acerco a la muralla de piedra y veo que sobre ella brillan unos vidrios cual si fueran estrellas, los veo con tristeza y estiro los brazos, comienzo a escalar sin importar los daños que reciba, pues mi alma ya marchita se encuentra; no logro llegar arriba pero tengo las manos destrozadas y ensangrentadas, la sangre corre por mis brazos y por mi cuerpo, todo comienza a teñirse de un color carmesí, mis lagrimas caen pues aparentemente logro ver que el futuro no tiene nada para mi, que esta noche seria la ultima y no abra mas, bajo la mirada y aprieto la mandíbula y resignado pego mi frente al mural ensangrentado pues con honor y rabia asumo mi fatal destino. Comienzo nuevamente a escalar la pared raspando y cortando mis manos nuevamente con todos los cristales, ya nada importa, solo lograr lo que una cruel verdad me dejo como ideal; tengo ganas de gritar, pero me abstengo de hacerlo, sigo escalando y logro por fin subir un brazo a la muralla, el cristal atraviesa el saco desgarrando la piel dejando a relucir el músculo rojizo, sufro pero no me quejo, sin embargo aun tengo la fuerza para subir un brazo mas, mantengo el aire en mis pulmones para que haga mas fuerza y alcance el cristal mas reluciente del paredón.
-Ya casi llego, solo un poco mas, - decía mientras estiraba el brazo queriendo alcanzar el cristal mas grande y puntiagudo, lo logro alcanzar pero pierdo el equilibrio y caigo al suelo arrancándome los tejidos del antebrazo derecho, pero en mi mano izquierda sostiene firmemente el cristal que había agarrado; la sangre corría, los retazos de tela y músculo colgaban. Me puse de pie y me quite el saco cortado, veo mis antebrazos y comienzo a jugar con las incisiones que llegan hasta el hueso, duele pero ya no hay vuelta atrás, comienzo a caminar mientras con el vidrio comenzaba a desgarrar lo que quedaba de músculo en mi mano derecha, camino y veo el rastro de sangre que he dejado, es mucha pero aun no me siento mal; me lanzo al suelo mirando las estrellas que comienzan a llorar por los actos que comento contra mi propia persona, -lo siento… ya no podía ocultar mas la cruel realidad, si sigo con vida moriré al fin y al cabo, y es mejor que muera bajo mi propia causa que bajo la mano de mi padre, me hundiré en la oscuridad de mi propio mar, aunque se que ahí no hay aire, pero al fin lograre llegar, formar parte de ustedes que hoy lloran por mi, y ser feliz brillando sin problema alguno, -apreté fuertemente el cristal y lo empuñe contra mi cuello rebanándolo mientras enseguida comenzaba a ahogarme con mi propia sangre, la visión comenzaba a fallar, todo ya se hacia borroso, sin embargo experimentaba el hedonismo de la libertad, de una falsa libertad mientras me despedía de este triste mundo tortuoso…
[…Tengo ganas de gritar y mi boca esta cerrada…]
[…Sin embargo se extingue lo que es el dolor…]
[…Aunque me hunda en mi propia oscuridad…]
By Amethyst